Le oía el otro día a un amigo indicar algo que comparto: la
pintura parece haberse escapado de los lienzos para refugiarse en los fogones,
pues el cocinero compone sus platos de una manera similar a como antes lo hacía
–o lo sigue haciendo- un pintor experimental. Esta fenómeno sólo lo podíamos apreciar
hasta hace unos pocos años en contados restaurantes dedicados a la cocina avanzada,
de laboratorio. Pero ahora mismo ya son legión los restaurantes en los que los
cocineros parecen estar innovando sobre el plato jugando con los ingredientes
como si fuesen pintura. Y así, de la misma manera que el pintor de vanguardia
experimentaba antes con diversos materiales, enredando con ellos para conseguir
diversos efectos, texturas, desde hace unos años con la irrupción de la gastronomía
molecular –Ferrán Adriá y discípulos- sucede algo similar. Pues esta cocina juega
con las propiedades de los alimentos al someterlos a procesos que los hacen manifestar
sus propiedades tornándose en espumas, emulsiones, geles u otras estructuras
que pueden ser infinitas, dado que en ella se está continuamente innovando. Y
así uno ve en el plato efectos visuales, composiciones, que le recuerdan, por
ejemplo, al expresionismo abstracto americano de los años cincuenta. Con la
diferencia de que ahora degustamos esas pinturas servidas sobre platos. Platos
muchas veces cuadrados, rectangulares. Ya no circulares. Con lo que la
semejanza con “la pintura sobre lienzo” se acrecienta.
Y el pasado sábado, de manos de un grupo de cocineros
llamados “cocina de guerrilla” tuvo lugar una curiosa comida en la sala
Amárica: cincuenta personas comieron sobre lienzos. El menú estaba pensado para
que lo que se iba sirviendo dejara rastros de color sobre los platos-lienzos. Los
comensales, la mayoría artistas, fueron más allá y utilizaron diversos
materiales que tenían sobre la mesa: servilletas, bebidas, cucharas, pan…
Finalmente, una vez acabada la comida, los resultados fueron llevados a Zuloa
donde pueden ser visitados hasta el día 9 de enero. Pero aún hay más: esta
comida fue la última actividad de la Asamblea Amarika en la sala Amárica. Pues,
como ya se sabe, la diputación ha retirado a este colectivo abierto de
ciudadano la confianza depositada hace años que le permitía gestionar a este la
programación de varios espacios provinciales. Han sido cuatro años de
actividades, exposiciones, demostrando que se puede participar de una manera
directa, económica y eficaz con las instituciones si éstas así lo desean.
Y con este gesto, con esta comida, la Asamblea quería
transmitir a la ciudadanía lo siguiente: el colectivo de artistas ya no está en
Amárica pero seguirá trabajando en Zuloa. Y no sólo eso: de la misma manera que
una comida se recicla, muta, de manera natural en un cuadro gracias al poder de
la creatividad, la asamblea se reinventará, se transformará en lo que haga
falta para seguir trabajando por la cultura y el arte próximo.